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LA REFORMA Y LOS BAUTISTAS DE AYER Y HOY: UN LLAMADO A REFORMAR LA IGLESIA PROTESTANTE DEL SIGLO XXI

Foto del escritor: Pastor Manuel SheranPastor Manuel Sheran





Pr. Manuel Sheran


LOS BAUTISTAS PARTICULARES Y LA REFORMA


En el prólogo del libro “Un Llamado Solemne” de Phillip Cary. 5 pastores bautistas particulares del siglo XVII expresan su perspectiva de como se miraban ellos a diferencia de los demás grupos protestantes con respecto a la reforma. Entre ellos el reconocido Benjamin Keach.


Ellos básicamente manifiestan que la reforma fue el comienzo de algo bueno. Tomó las escrituras y las colocó en el lugar que se merecen: como las palabras autoritativas de Cristo para su iglesia. La implicación de esto es que cada doctrina y práctica de la iglesia debía ser medida de acuerdo con la regla divina. Ellos dan gracias por los reformadores y reconocen su excelente labor. Pero al mismo tiempo reconocen que no pensaron en todos sus principios. Y que hay algunas cosas que aun necesitan ser reformadas.


En el mismo libro, Phillip Cary denuncia como los reformadores de la primera generación (Lutero, Melanchton y otros) aun conservaban en sus iglesias varios vestigios de la iglesia católica. Entre ellos las imágenes, la cruz en el bautismo, la doctrina de la transustanciación y aun el tipo de vestimenta, entre otros. Mientras que las iglesias de segunda generación (Calvinoy Swinglio) en Ginebra, Zurich y alrededores, ya no se encuentran imágenes, cruces, cuadros de María cargando al niño Jesús, símbolos santos, fuentes bautismales en la entrada, ni nada por el estilo. La atmosfera de adoración es mucho más simple en comparación con las iglesias Luteranas de Alemania. Esto es porque la segunda generación de reformadores reconoció que la doctrina de la justificación tenía que ser aplicada a su eclesiología. Es decir, a la manera en cómo hacían iglesia. Pero aun quedaban cosas por reformar en esta segunda generación.


De manera que Dios le ha dado a esta tercera generación de reformadores (los bautistas particulares), la oportunidad de hacerlo. Es así como nuestros padres bautistas se miraban a ellos mismos con respecto a la reforma. Como la continuación de del esfuerzo de la primera y segunda generación de reformadores. Nunca reclamaron ser la conclusión final.


Por el contrario, ellos estaban continuando con el trabajo que se había comenzado porque amaban la palabra de Dios y creían que la palabra de Dios era el estándar que debía ser seguido por los creyentes y las iglesias compuestas por esos creyentes.


LOS BAUTISTAS DE HOY


400 años después de esa tercera ola de reformadores bautistas, nos encontramos nosotros como iglesia protestante sumida en una gran oscuridad. El liberalismo del siglo XVIII ha oscurecido nuevamente la verdad de la escritura a través del liberalismo teológico que niega que la Biblia es la palabra de Dios. Esto ha provocado que la iglesia sea invadida por todo tipo de filosofías mundanas. Tales como: el humanismo que coloca al ser humano en el centro del universo y la voluntad de Dios. Y el post modernismo que enseña que lo que importa es el futuro. Lo que esta adelante. Que el pasado no tiene nada que enseñarnos.


Esto a su vez le abre la puerta a todo tipo de prácticas antibíblicas aun dentro de los pulpitos más conservadores de la iglesia occidental. Esta tragedia es la que abre paso a la invasión del pentecostalismo que progresivamente se va degenerando en neopentecostalismo y en fechas más recientes judaísmo gnóstico.


De manera que ahora nos encontramos como protestantes en la necesidad de reformar no solo la iglesia católica, sino también la misma iglesia protestante.


Por la providencia de Dios en los últimos 60 años o más, gracias al esfuerzo de hombres fieles en diferentes partes del mundo, que han preservado las verdades del evangelio sin diluir, la luz de la palabra de Dios ha vuelto a brillar.


Gracias a ellos han resurgido las antiguas doctrinas de la reforma. Esto ha llevado a muchos creyentes a abandonar el error y a constituir nuevas iglesias reformadas.


Este nuevo avivamiento ha traído una explosión en Latinoamérica en la última década. Ha creado un hambre y una sed por la palabra de Dios a través de las doctrinas promovidas por la reforma. Esta necesidad fue agudizada por la pandemia del Covid que expuso la falsedad de los predicadores neopentecostales y su incapacidad de obrar milagros. Para aquellos que sus majestuosos palacios eran el centro de su predicación y doctrina, quedaron burlados al no poder celebrar sus cultos en sus sinagogas satánicas.


Aun con todo esto, la reforma no se inmuto por el Covid. Al contrario, sigue avanzando en Latinoamérica a pasos agigantados. Hoy día tenemos más iglesias reformadas en el continente, más seminarios y más esfuerzos para reforma de iglesias que anteriormente eran neo pentecostales.


A pesar de que se ha avanzado grandemente, aún quedan muchos por hacer. Ahora más que antes.


Pues, aunque estamos en pleno apogeo de la reforma, incluso esta reforma tan prospera, corre un grave peligro si no se de en su totalidad.


El peligro es que, aunque muchos están aceptando la reforma, y la reforma se está extendiendo por muchos lugares, no todos están dispuestos a aplicar la reforma a su eclesiología. De la misma manera como lo hicieron los reformadores de Ginebra y Londres. Segunda y tercera generación respectivamente. La reforma está teniendo ramas largas, pero raíces poco profundas.


Muchos quieren llamarse reformados hoy. Muchos predican acerca de la reforma en este día. Pentecostales y Bautistas por igual. Pero siguen teniendo iglesias con falsa adoración, con mala constitución de membresía, con pastores autoritarios, sin disciplina, sin ley, sin declaraciones doctrinales claras, en definitiva, sin el evangelio verdadero.

¿Qué debemos hacer? ¿Hacia dónde debemos ir?


Debemos detenernos, mirar hacia atrás y ver donde cambiaron las cosas, para continuar a donde nuestros padres bautistas se quedaron. ¿A dónde se quedaron? En reformar la eclesiología. Debemos llevar la palabra hasta las últimas consecuencias de nuestra adoración pública y privada, para que como dijo el gran Benjamin Keach:

la palabra de Dios siga su cauce.”


Oremos para que Dios nos permita estar conscientes en nuestro amor por las escrituras, así como nuestros padres antes que nosotros lo estaban. Para reformar así nuestras iglesias conforme a la única regla infalible de fe y práctica. Que tengamos la disposición de llevar a cabo el proceso de la reforma hasta las últimas consecuencias en nuestra adoración pública y privada. Para que la siguiente generación de protestantes pueda avanzar hacia una reforma completa.




Referencia Bibliografica:

Cary, P. (1690). A Solemn Call. Londres: J. Harris.





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