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LAS PROMESAS Y SUS PROPOSITOS

Foto del escritor: Pastor Manuel SheranPastor Manuel Sheran


Pr. Manuel Sheran


2 Pedro 1:4 (RVR60) por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;


La gloria y la excelencia del poder de Cristo son el medio para recibir las promesas por el Evangelio. Porque, así como en él están todas las promesas de Dios, así están a su disposición, y por él son dadas a los santos.


Pedro dice que la cualidad de estas promesas es que son preciosas y grandísimas.


El apostol se está refiriendo a las promesas del nuevo y sempiterno pacto, del cual Cristo es Mediador, fiador y mensajero. en sus propias palabras, las promesas son "grandísimas", si consideramos al autor de ellas. Pues ese autor es el gran Dios del cielo y de la tierra. Que no tenía obligación de hacer promesas de nada a sus criaturas. Pero surgen de su gran gracia y favor, que constituyen su magnanimidad y bondad, y son confirmados por su juramento y cumplidos por su poder y fidelidad.


Otra razon por la que sus promesas son grandisimas es en cuanto a la naturaleza y la materia de ellas. Son mejores promesas que las del pacto de obras, pues no son meramente temporales, ni condicionales ni legales. Sino que en la medida en que se relacionan con las cosas espirituales y eternas, con la gracia aquí y la gloria en el futuro, son absolutas, libres e incondicionales, irreversibles e inmutables. Y responden a grandes fines y propósitos: la gloria de Dios, el bien eterno y la felicidad de su pueblo. Esto las hace ser "preciosas". Es decir, de más valor y valor que todo el oro y la plata.


No son para alcanzar fama, riqueza o exito aqui en la tierra.


El fin para el cual se nos han dado es para que por medio de ellas seamos partícipes de la naturaleza divina.


Esto no se refiere a que compartimos la esencia de Dios, no que vayamos a ser divinizados. Esto es un a locura, es imposible. Pues la naturaleza, las perfecciones y la gloria de Dios, son incomunicables a las criaturas.


Tampoco significa que participaremos de esta naturaleza divina por la unión de lo natural con lo divino. Un termino que en teología esto se conoce como hipostasis. Y se usa en referencia a la naturaleza humana de Cristo, en unión con su esencia divina como el Hijo de Dios. Dos naturalezas (humana y divina) unidas en una persona de la Trinidad, el Hijo. El caso es que nuestra unión no puede ser de esta manera porque seriamos de la misma esencia que el Hijo. Y simplemente esto no puede ser así, por designio divino y creación. No fuimos hechos de esa manera.


La manera en la que participamos de la naturaleza divina es por nuestra semejanza con El a través del nuevo hombre formado en el corazón a causa de la obra sobrenatural e interna del Espíritu Santo (Lo que llamamos regeneración).


En este nuevo hombre recuperamos espiritualmente la imagen de Dios que perdimos por culpa del primer pecado de Adán. De manera que, ahora tenemos la semejanza a la imagen de su Hijo, el postrer Adan. Él está siendo formado en el corazón de aquellos que han creido en el como su salvador suficiente. Por lo tanto, es en su imagen y semejanza que los santos somos transformados cada vez más. De gloria en gloria, mediante la aplicación del Evangelio y las promesas contenidas en El.


Así que el cristiano se encuentra en un proceso permanente de cambia espiritual por el cual es conformado a la imagen de Cristo según sus promesas. Pero, ¿con que propósito?


Pedro responde: Para que escapemos de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.


No de la corrupción y depravación de la naturaleza caida que heredamos de Adán, de la que nadie se escapa ni se deshace mientras los santos están en el mundo. Pero si de las costumbres corruptas del mundo. Es decir, de aquellas corrupciones y vicios que prevalecen en el. Y bajo el poder y dominio de los cuales yace. Particularmente los pecados de inmundicia, adulterio, incesto, sodomía y otros deseos depravados y antinaturales que abundaban en los impíos y aun entre algunos que se llamaban a sí mismos cristianos.


Ahora bien, el Evangelio y las preciosas promesas, concedidas con gracia y aplicadas poderosamente, influyen en la pureza del corazón y la conversación, y enseñan a los hombres a negar la impiedad y las concupiscencias mundanas, y a vivir sobria, justa y piadosamente. No a seguir en sus placeres y deleites mundanos.


Tales son los efectos poderosos de las promesas del Evangelio, bajo la influencia divina, que hacen que los hombres sean partícipes interiormente de la naturaleza divina, y que exteriormente se abstengan y eviten las corrupciones y los vicios predominantes de la época.


Hoy día esta de moda andar buscado “las promesas” en la Biblia. Y vemos toda clase de gente buscando y reclamando promesas de parte de Dios en su palabra. Gente sin temor de Dios, que vive sus vidas sin guardar su palabra ni someterse a su ley.


Sin embargo, estas personas no entienden las promesas ni sus propositos de la manera en las que Pedro nos las presenta en este pasaje. Para ellos, las promesas son justificaciones bíblicas del estilo de vida pecaminoso que llevan. Y por tal vejamen en contra de las escrituras serán juzgados en el día postrero.


No asi para los santos, aquellos en los que el Espíritu Santo ha obrado la regeneración en sus corazones, y conducen sus vidas bajo el temor de Jehova y guardando su ley en sus corazones para consagrar sus vidas a Dios. No por sus propias fuerzas, sino por el poder de su Espiritu Santo. Para los tales , las promesas son la garantía de que Aquel que comenzó la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Cristo, el día final.


Sus promesas no justifican una vida pecaminosa, sino que nos acercan cada vez mas a la estatura del varón perfecto, Cristo Jesus, Señor y Salvador nuestro.


Y así como nos hizo participes de su salvación, nos hará participes tambien de su gloria por los siglos de los siglos.


Nosotros podemos estar seguros de esto por una sola razón: Porque el lo prometió.

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