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LA MORALIDAD POSTCRISTIANA DE ‘WICKED’

Foto del escritor: Pastor Manuel SheranPastor Manuel Sheran


Por Brett McCracken


Una de las tendencias teológicas más notables en la cultura pop del siglo XXI ha sido la rehabilitación del “villano”. Desde Cruella hasta Maléfica, pasando por Joker y otros, los villanos icónicos ahora reciben regularmente películas derivadas y trasfondos simpáticos que complican nuestras categorías de bien y mal. Esto coincide con el auge de la “trama del trauma” y una fijación narrativa en cómo las decisiones destructivas (llamémoslas “pecado”) pueden explicarse por traumas pasados.

Parte de la razón por la que Hollywood ha gravitado hacia esta narrativa es simplemente que genera buen drama (y es financieramente lucrativo). Dar a los villanos historias de origen resulta intrigante. Pero creo que el auge de esta tendencia también está relacionado con la confusión de la cultura postcristiana sobre el pecado y el mal, la moralidad y la justicia. En este mundo, la palabra teológica “pecado” ha sido reemplazada por el término psicológico “quebranto”, y los conceptos trascendentes de justicia han sido reemplazados por dinámicas de poder entre opresores y oprimidos.

Todo esto se muestra claramente en Wicked (estrenada hoy en cines), la película dirigida por Jon M. Chu sobre la historia de origen de la Malvada Bruja del Oeste. La franquicia de Wicked (primero un libro, luego un popular musical de Broadway de Stephen Schwartz y ahora una saga cinematográfica en dos partes) es quizá el ejemplo más claro de cómo la cultura pop contemporánea lucha con la categoría del mal. El propio título juega con este concepto, redefiniéndolo como una palabra de empoderamiento (En algunos lugares Wicked es una manera de decir ¡Terrífico! O como diríamos en Honduras: ¡De Miedo!)

En lugar de ser el icónico personaje despreciable y aterrador inmortalizado por Margaret Hamilton en la película de 1939 El Mago de Oz, la Malvada Bruja del Oeste es reconsiderada en Wicked como una marginada bien intencionada llamada Elphaba, que ha sido profundamente incomprendida.


¿Por Qué Existe la Maldad?

¿Por qué ocurre la maldad? Esta pregunta abre la película, planteada por un munchkin en Munchkinland a Glinda, la Bruja Buena (Ariana Grande), tras la noticia que cierra la película original de Oz: la Malvada Bruja del Oeste ha muerto. Glinda responde narrando la vida de su enemiga-amiga, Elphaba (Cynthia Erivo), desde su nacimiento en un hogar disfuncional hasta una infancia marcada por el bullying (acoso), y sus años adultos cuando ambas asistieron a la Universidad Shiz, una institución parecida a Hogwarts para futuras brujas.

Gran parte de Wicked (parte 1, con una segunda parte que se estrenará en un año) sigue el desarrollo de la relación entre Glinda y Elphaba, quienes pasan de ser rivales compañeras de cuarto a amigas en Shiz U. Su dinámica de “pareja dispareja” es divertida de ver; muchos de los placeres de Wicked provienen de cómo Elphaba y Glinda se complementan y aprenden una de la otra. Hay escenas genuinamente emotivas de cuidado mutuo contra todo pronóstico (la escena del Salón de Baile Ozdust destaca).


La Maldad en ‘Wicked’: Estructuras de Poder Opresivas

Si Wicked encuentra la maldad en algún lugar, no es en Elphaba. Más bien, está en las estructuras de poder privilegiadas de Oz: principalmente el Mago de Oz (Jeff Goldblum), Madame Morrible (Michelle Yeoh) y otros que obtienen poder mediante el uso y abuso de los menos afortunados. Es interesante que el Mago actúe como una representación de Dios en el mundo de la película (los personajes exclaman cosas como “¡Gracias, Oz!” y “¿en el nombre de Oz?”). Esta “deidad” resulta ser un villano manipulador, egoísta e indigno de confianza; la mitología religiosa queda expuesta como un medio conveniente para perpetuar el poder humano.

Una subtrama básicamente equipara a las élites de Oz con los fascistas nazis. Los animales parlantes, que anteriormente eran miembros valorados de la sociedad, ahora son un grupo oprimido, “diferenciados” de manera fea, culpados de todo (“chivo expiatorio”, literalmente), silenciados e incluso encerrados. “Los animales deben ser vistos y no escuchados” es el mantra del régimen fascista.

Elphaba se convierte en la voz de resistencia contra este prejuicio opresivo. “Nadie debe ser despreciado, ridiculizado o menospreciado, ni se le debe decir que guarde silencio”, dice, animada por su doloroso trauma infantil (vemos una escena donde es acosada por un grupo de niños blancos). Pero también está motivada por una verdadera compasión por otros marginados, principalmente su hermana parapléjica (Marissa Bode) y el profesor cabra, Doctor Dillamond (Peter Dinklage).


‘Desafiando la Gravedad’: Himno de Autonomía Moral

El enfoque de Elphaba como protagonista heroica en Wicked tiene mucho que ver con su defensa de los demás, pero también con su firme creencia en sí misma y un audaz rechazo a las expectativas y límites impuestos. Esto también refleja la reformulación postcristiana de la virtud y el vicio: ser radicalmente autónomo, fieramente quien quieras ser, es una virtud suprema. Conformarse a normas externas y someterse a una autoridad fuera de uno mismo: este es el “vicio” de la debilidad y la complicidad acrítica.


Conclusión: Consecuencias Ineludibles

Aunque Wicked elogia la búsqueda de justicia y la lucha por los marginados, al final su rechazo a los absolutos morales deja a la audiencia sin esperanza o claridad real. En un mundo donde “confía en tus instintos” reina como la máxima autoridad, las preguntas sobre lo que es justo o injusto, bueno o malo, quedan sin respuesta. El término “Wicked” o “Malvado” se convierte simplemente en una etiqueta arbitraria.

 

Traducido por: Manuel Sheran

Fuente:

McCracken, B. (2024, Noviembre 22). The Gospel Coalition. Retrieved from https://www.thegospelcoalition.org/article/wicked-christian-movie-review/

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