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LA PERVERSIÓN DEL NOMBRE BAUTISTA REFORMADO

  • Foto del escritor: Pastor Javier Castro
    Pastor Javier Castro
  • 30 ago
  • 5 Min. de lectura


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Pr. Javier Castro


El nombre bautista reformado está ligado históricamente a una identidad teológica, confesional y eclesiológica específica:


  • Un compromiso con las doctrinas de la gracia.

  • Una eclesiología bautista bíblica y confesional (como se expresa en la Confesión Bautista de Londres de 1689).

  • Una cosmovisión bíblica de la vida cristiana, centrada en la gloria de Dios y la suficiencia de las Escrituras.

  • Una convicción sobre la vigencia moral de la ley de Dios.

  • Una Observancia del Día del Señor como día de reposo cristiano.


Pero en la actualidad, se observa algunas iglesias que adoptan el nombre “bautista reformado” solo porque es reconocido, respetado e, incluso, atractivo en algunos círculos.


Basta que una iglesia afirme una soteriología calvinista para tomar este título, aunque ignore o rechace los distintivos históricos, confesionales y prácticos de lo que verdaderamente significa ser “bautista reformado”.


Esto produce dos graves consecuencias:


1) La confusión de identidad: el mundo y la iglesia ven multiplicarse congregaciones con el nombre, pero sin la esencia, afectando el testimonio.


2) La pérdida de significado: si todos usan el título sin responsabilidad, el nombre “bautista reformado” dejará de ser un testimonio fiel de unaidentidad bíblica para convertirse en un rótulo vacío.


Es deber de los creyentes y principalmente de los pastores, conocer el significado real y práctico del nombre, para no apropiarse de algo con lo que no se identifican y que finalmente terminen pervirtiendo. Algunos aspectos importantes a considerar:


1) Eclesiología congregacionalista.


Un rasgo esencial del ser bautista reformado es la convicción bíblica de que la iglesia local debe gobernarse bajo el modelo congregacionalista (No confundir con democracia). Esto significa que la máxima autoridad en la iglesia, bajo la Palabra de Dios y la dirección de Cristo como Cabeza, reside en la congregación misma.


Los ancianos (pastores) gobiernan en su esfera limitada que Dios les ha dado, guían, enseñan y velan por el rebaño (Hechos 20:28; 1 Timoteo 3:1–7; Hebreos 13:17), y los diáconos sirven en las necesidades prácticas (1 Timoteo 3:8–13). Sin embargo, la responsabilidad de recibir o disciplinar miembros (Mateo 18:15–20; 1 Corintios 5), de preservar la pureza doctrinal y de confirmar decisiones claves, recae en toda la congregación reunida bajo Cristo.


Por eso, adoptar el nombre “bautista reformado” sin practicar el gobierno congregacionalista, ya sea imitando estructuras episcopales, presbiterianas o modelos empresariales modernos, es negar uno de los pilares de nuestra identidad histórica.


2) El principio regulativo de la adoración.


Otro distintivo fundamental es el principio regulativo de la adoración, el cual enseña que en el culto a Dios solo debe incluirse lo que Él mismo ha ordenado en su Palabra. No tenemos la libertad de inventar prácticas litúrgicas según la creatividad humana, sino que debemos adorar “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).


Esto implica que la adoración debe estar centrada en los medios de gracia establecidos por Dios: la lectura y predicación de la Escritura, la oración, el canto congregacional de salmos e himnos bíblicos, y la administración de las ordenanzas (bautismo y Cena del Señor). Como enseña Deuteronomio 12:32:


“Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; nada le añadirás ni le quitarás”.


Cuando una iglesia se dice “bautista reformada”, pero adopta una adoración guiada por la mercadotecnia, el entretenimiento o la cultura popular, está abandonando el corazón mismo de la reforma bíblica en la adoración. Es mejor no adoptar el nombre si no se adopta la identidad.


3) La ley de Dios como norma de vida.


El creyente bautista reformado reconoce que la ley moral de Dios, resumida en los Diez Mandamientos, sigue siendo la regla de vida cristiana. No para justificación, porque hemos sido salvos solo por la justicia de Cristo, sino como expresión de santidad y amor a Dios y al prójimo.


Pablo declara:


Romanos 7:12 De manera que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno


Y añade que la fe no anula la ley, sino que la confirma (Romanos 3:31).


Ignorar la vigencia de la ley moral o despreciar los Diez Mandamientos bajo el pretexto de gracia es caer en el antinomianismo, un error contra el cual los bautistas reformados siempre han luchado.


4) El Día del Señor.


Asimismo, ser bautista reformado implica reconocer que el cuarto mandamiento tiene cumplimiento y vigencia en el Día del Señor, es decir, el domingo, día de la resurrección de Cristo. La iglesia primitiva se reunía en este día (Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2), y el apóstol Juan lo llama explícitamente “el Día del Señor” (Apocalipsis 1:10). Este día no debe ser guardado de forma legalista sino en amor y obediencia para el beneficio de nuestras almas.

No es un día cualquiera, ni un simple espacio para actividades opcionales, sino el día apartado por Dios para la adoración, el descanso espiritual y la comunión con su pueblo. Así lo manifiesta la Confesión Bautista de 1689 (cap. 22, párr. 7–8), este día debe ser guardado “santo para el Señor”, quiere decir apartado y dedicado.


Cuando una iglesia se denomina “bautista reformada” pero trivializa el Día del Señor, reduciéndolo a un par de reuniones rápidas, o lo trata como un día secular más, está negando un elemento esencial de nuestra herencia reformada.


Existen otros aspectos más, sin embargo creo que estos suelen ser los que más se están descuidando y son parte importante de la identidad bautista reformada.


Tomar el nombre “bautista reformado” sin abrazar su contenido doctrinal, confesional, eclesiológico, litúrgico, moral y práctico, es presentarse ante Dios y el mundo con una apariencia, pero negando la realidad.


Si el nombre bautista reformado ha de significar algo, debe significar fidelidad a la Palabra de Dios, compromiso con las doctrinas de la gracia, apego a la eclesiología congregacionalista, defensa de la centralidad del evangelio, práctica del principio regulativo de la adoración, sujeción a la ley moral de Dios y consagración del Día del Señor.


De otra manera, seremos como las iglesias en Apocalipsis que tenían nombre de estar vivas, pero estaban muertas (Apocalipsis 3:1).


 2 Timoteo 2:19 No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son Suyos, y que se aparte de la injusticia todo aquel que menciona el nombre del Señor.


Es mejor no adoptar el nombre si no se adopta la identidad.




El pastor Javier Castro sirve desde 2017 como pastor de la Iglesia Bautista Reformada Gracia y Verdad en Mejicanos, San Salvador, El Salvador. Aunque su formación profesional es en Mercadotecnia, el hermano se dedica de tiempo completo al ministerio pastoral. Además de sus responsabilidades en la iglesia, lidera a los varones de la congregación en actividades de evangelismo, tanto en espacios públicos como en prisiones de su país.

Para conocer más acerca de él y de la iglesia, puede visitar: https://ibrgraciayverdad.org/



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